sábado, 6 de noviembre de 2010

Política

Lourdes Flores aceptó su derrota

La reconoció legalmente. La candidata a la Alcaldía de Lima por el PPC-UN, Lourdes Flores, manifestó en una conferencia de prensa en el local de su partido que su contrincante, Susana Villarán, es la triunfadora de esta elección municipal y que le desea el mejor de los éxitos en la gestión que debe realizar.

Flores Nano también criticó el papel del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) por haber decidido equivocadamente en el proceso de resolución de actas observadas, ya que para ella las apelaciones que presentó su agrupación eran justificadas.

La lideresa pepecista sumó una derrota electoral más en su haber y aún no ha mencionado si volverá a participar en política.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Literatura

Inicio de El sueño del celta

Roger, un reo de la prisión de Pentonville, quería que se le absuelva su condena. Esperaba con ansias a su abogado, maitre George Gavan Duffy, para que le diera una buena noticia. Grande fue su sorpresa cuando Gavan no era el que se encontraba en la sala de visita. Había enviado a un ayudante desaliñado y sin experiencia en su lugar.

Amenidades

LA AMARGURA DE MIS DÍAS

A. Junto a mis amigos del colegio, fui al baby shower del famoso "cara de lápiz". Debía llegar a las dos de la madrugada a casa; pero, con tanta cerveza, me quedé hasta las seis.

B. Le dije a Carlos que debíamos hacer un libro de crónicas, pero no le pareció buena la idea.

C. Caminando por San Isidro, iba leyendo mis separatas. Cuando de pronto, caí aparatosamente. No me di cuenta que había un hueco.

D. No me llevaba bien con Rosita, una flaca espesa. Estaba haciendo mal su trabajo. Tenía que perdile que lo corrija. No sabía a quien acudir. Por suerte, Jorge y Rebeca me ayudaron.

E. Quise renunciar a mi trabajo para iniciar un nuevo proyecto. Me amarraron con un nuevo contrato. Ahora debo quedarme.

Literatura

La llegada sangrienta de Nena Daconte

Una pareja de esposos de buena posición social y de buena apariencia es detenida por un guardia en una prevención de frontera. La esposa, Nena Daconte, tenía un dedo sangrando, probablemente, debido a un accidente. De noche, llegaban a un lugar con muchos regalos y con un saxofón que era el acompañante infaltable de Nena. (Gabriel García Márquez, “El rastro de tu sangre en la nieve”. En Doce cuentos peregrinos).

viernes, 29 de octubre de 2010

CUENTO: EL INCÓGNITA DE LA AVENIDA ARAMBURÚ


Tenía un panorama de toda la avenida cuando sentí la presencia de una fuerza que me conmovía y me transmitía tranquilidad.
Miré hacia la calle de manera inquietante. Tenía una chompa amarillenta con un brillo intenso. Mi rostro férreo me reprimió profundamente al extremo de paralizarme. Noté en su expresión algo cautivador y unos dientes destellantes que transfiguraban su piel descuidada. Miré nuevamente hacia todos lados y vi sus ojos palpitando. Mi mirada cayó brutalmente al tener un contacto pasajero. Un líquido caliente también cayó de mi rostro. Sabes que no debes fracasar, Ricardito. No puedes. Sus ojos vuelven a palpitar y mi respiración se agudiza lentamente.
Mi vida tenía todo lo que un hombre podía desear. Tenías todo. No te faltaba nada, Ricardito. Un auto moderno y una empresa que estaba creciendo. Aún recuerdo cuando vendía en las calles de Gamarra los polos que cosía día y noche: "me sacaba la mierda, salud pe". En esa época, la gente salía con temor de sus casas por las bombas que estallaban a cada rato. Ya estaba con Carmelita que me quería mucho, así misio y todo, era lo más importante para ella. Era un amor verdadero, ese que no tiene distinción, ni clase social, ni nada. Ella si te quería y no le importaba nada, Ricardito. Por eso me sacaba la mugre trabajando para llevarla a la Carpa Grau a ver a Chacalón. Quiero ver a los Shapis, Ricardito. Tengo ganas de mover el cuerpo, amorcito. Bebíamos a montones: "sí, cerveza hasta por las puras hombre!". Aunque a veces nos agarrábamos a puñetazos, terminábamos abrazados en su cuarto del mercado de San Juan de Lurigancho. Era una zona bien brava. Una vez me rompieron un brazo de puro golpe. Tú sabías que te iban a robar. Acá tenías que cuidarte, Ricardito.
La vida era muy buena conmigo, sabía que me esforzaba mucho y por eso me premiaba: "Aunque es una huevada la vida, ¿no? A veces estás bien, te da todo lo que quiere y no te trata mal; pero a veces estás mal, ahí mejor quédate calladito nomás y toma que no es café pe carajo".
La sonrisa no se me borraba del rostro cuando abrí mi primera tienda. Solo faltaba un mínimo detalle, los muebles para exhibir la mercadería, aunque tenía lo más importante, mis ganas: "Si hasta me dejaron un almanaque del año pasado con fotos de mujeres bien ricas, huevón". Mi tío Agustín también estaba tan contento que me trajo como regalo un mueble de su tienda, pero tuvimos que cortarla porque medía más de dos metros. Él si te estimaba, Ricardito. Era un buen hombre, Ricardito. San Juditas me ayudó mucho: "Sí, ese papi es recontra bueno, pídele con fe y te va a dar". Ganaba mucha plata. Te compro algo cholita, pídeme nomás. Pero gastaba lo necesario porque tenía que cumplir con lo que me propuse cuando llegué a esta ciudad.
Hasta que empezó la desgracia. Fue mala suerte, Ricardito. Me llamaron al celular, estaba cerrando una buena venta de uniformes para una empresa de lácteos: "¡Puta mare! No tienes un pedazo de papel higiénico". Llegué al hospital de la avenida Grau en cinco minutos. Apura chofer de mierda, no ves que es mi cholita. Estaba echadita en una cama con los resortes caídos: "Son una porquería esos hospitales, deberían quemarlos". No se movía, su cuerpo parecía un bloque de hielo derritiéndose. Su vestido azul, el que le regalé para su cumpleaños, ahora tenía un color violáceo. Quería abrazarla: "¡Puta mare! ¡No me mires así, mierda!". Estaba desesperado porque nadie me daba información. Tenías que aceptarlo, Ricardito. No te quedaba otra.
Después de una semana, estaba rodeado de tumbas hacinadas y gente que cantaba y bebía como si estuvieran en una fiesta. Así es en tu tierra, Ricardito. También toman hasta morir, Ricardito. Estaba junto a ella, con mis lentes empapados. No podía creer que se fuera para siempre: "Pero caballero nomás pe, tenía que ser fuerte, ¿no?, como los hombres".
Con el tiempo el negocio creció rápidamente: "Era mi cholita, huevón". Ya no era una tienda, ahora eran tres. De nuevo la suerte estuvo de mi lado. Juntaba y juntaba como un desgraciado para poner más tiendas, pero en dos años ya tenía suficiente dinero como para poner una gran empresa. Ya estaba más tranquilo y pensé que nada me paraba: "Cómo es, ¿no? Sufres, pero después tienes tu recompensa". Aunque esta recompensa fue pasajera: "Me cagaron pe huevón. Por confiado me cagaron esos mierdas. Salud pe hermano, por el gusto".
A Feliciano lo conocí en un restaurante de la avenida Pardo. Empezó tu mala suerte, por qué Ricardito. Yo estaba negociando con un empresario que lo conocía: "Fue culpa de ese cojudo. Él me lo presentó". Hablamos y a primera impresión me pareció un buen tipo. Eso fue Ricardito. Era educado. Eso fue lo que te gustó de él". Nos volvimos a encontrar en el restaurante una semana después para hacer negocios juntos. Es un gusto hablar contigo, Ricardito. Eres un gran empresario, Ricardito.
Inauguré mi empresa con una fiesta a lo grande. Contraté una banda de mi tierra y Feliciano me recomendó comprar un champagne caro. Vendrá el diputado Cerrón, don Ricardo. También el alcalde Ramírez, don Ricardo. Me recomendó comprar una casa en Rinconada del Lago: "Y yo como huevón soltaba y soltaba". Pero me faltaba algo, estaba muy solo. Tenía a Feliciano, pero él estaba cuando necesitaba dinero nomás. Un domingo ya se notaba tanto mi desamparo que hicieron algo para sentirme mejor: "Toma pe carajo y no me mires así". Me presentaron a Dorita. Una mujer espectacular, medía casi un metro setenta y tenía unas curvas admirables. Con esto va a estar feliz, don Ricardo. Aproveche, don Ricardo. No sé cómo, pero el viernes ya estaba con ella en la tina jugando con las burbujas: "También le hacía otras cosas pe, ni huevón, ¿no?".
Las cosas marchaban bien. Además, Dorita era buena gente: "Si hasta me decía papito, también se las sabía todas". Le daba todo lo que quería, a pesar de que solo le gustaba lo más caro. Mira que bonito, papito. Hay que lindo collar, papito. Todo era papito: "Ya me tenia harto con vamos a esta tienda, vamos a esta otra, a la puta mare". Pero pasó algo que no me gustó cuando fuimos a un centro comercial muy conocido. Salíamos llenos de bolsas. Estoy muy contenta, papito. Y cuando estábamos a punto de subir al carro, se acercó una pareja sonriendo y con gritos saludaron efusivamente a Dorita. Hablaron de la universidad y de la fiesta de tal y el carro de tal: "Y yo parado como un huevón a un costado". Cuando sentí que me miraban y empezaban a murmurar. Cómo no te dabas cuenta, Ricardito. En qué pensabas. Dorita se puso como un tomate y también murmuraba. Me sentía extraño y no sabía que hacer. Cuando me dijo: "Señor lléveme a mi casa. por favor. ¿Qué, estás cojuda?, si yo soy… ¡No me escucha, apúrese! Así me dijo la muy perra". Me subí al carro enojado. La pareja se alejó y ella también subió. Le grite y le dije que me diera una explicación. Empezó a llorar y me dijo que esos chicos la odiaban. Me tienen cólera, papito. Seguro que te iban a hacer daño, papito. En ese momento no me di cuenta de nada: "Era otra pendeja, igual que el Feliciano pe".
Las cosas iban bien en la empresa. Cada día ganaba más y más plata. Seguías en buena racha, Ricardito. Tenía a mi cargo a casi seiscientas personas: "Me sentía como rey, carajo. Tú nunca te has sentido así, ¿no?". Feliciano me ayudaba en la parte administrativa y en relaciones públicas. Dorita ya vivía conmigo en la casa de Rinconada. Empecé a estudiar para mejorar mi lenguaje, mi comportamiento. Tiene que cambiar su forma de vestir, don Ricardo. Su pelo, don Ricardo. No hable con esas personas, don Ricardo.
Cuando ya negociaba con multinacionales, llegó la noticia de la deuda con un banco nacional: "No sabía que pasaba en mi empresa, cágate de risa". Lo que pasa es que confiabas en quien no debías confiar, Ricardito. Hice una reunión y me dijeron que se había malogrado una máquina y tuvieron que comprar una nueva: "Y con que autorización hicieron eso carajo, así les dije pe". Feliciano dijo que me veía estresado y decidió comprarlo. Por eso me enfurecí como un energúmeno. Nunca me gustaron los préstamos: "Casi lo boto a ese huevón, si no fuera por la Dorita nomás".
Lo peor llegó después de un año. Apareció ese desgraciado con una carta, diciendo que estábamos quebrados. Pero tú eras el último en enterarte, Ricardito. Por qué no ponías mano dura, por qué confiaste en ellos, Ricardito. No sabía que hacer. La suma que pedía el banco era astronómica.
―Tú me metiste en esto y ahora me sacas carajo.
―Lo siento don Ricardo, pero así son las cosas.
―¡Estás cojudo o qué! Tú crees que voy a perder lo que me ha costado hacer con tanto sacrificio, haz algo o te mueres.
―¡Váyase a la mierda, don Ricardo! ¡renuncio!
Estaba como loco. Llegué a mi casa y Dorita me preguntó por qué estaba con esa cara. Te sientes mal, papito. Te doy unos masajitos, papito. Mi desesperación no tenía control: "Quería matar a ese concha de su madre. Salud, hermano". Para colmo, descubrí que no tenía nada en mis cuentas bancarias: "Me habían dejado misio esos desgraciados".
Otro día llegué derrotado a mi casa y Dorita me recibió con gritos y lisuras. Eres un imbecil, Ricardo. Cómo no te dabas cuenta. Me dijo que me quitarían la casa. Que se largaba porque era un inútil.
―Perdí todo lo que había cosechado por tanto tiempo, en un segundo.
―La suerte se esfumó como la espuma. Pero por qué no me hablas, seguro no tienes nada que decir, ¿no?
―!Habla! ¡Qué no tienes lengua! Por qué te acercaste y no dejaste que lo haga.
―!Habla, huevón!
Me hizo unas señales que no entendía. Hasta que me señaló su boca y me di cuenta que jamás lo iba a escuchar. ¿No te dabas cuenta, Ricardito? Era evidente. Si ni te saludó. Subió y te agarró con fuerza y no dijo nada, Ricardito.
Después de bajar, estuve callado al lado de personas que pugnaban por preguntarme algo. Solo una señora de rasgos orientales se acercó.
― ¿Pol qué siemple viene qui a matalse la pelsonas? Eto ya me caaaaansaaa.
―Voy a celal ete hotal, ya me caaaaansaaa.
Desapareció sin darme cuenta. Así que decidí  salir por la intersección de la avenida Aramburú con República de Panamá. Grande fue mi sorpresa cuando me encontré nuevamente con aquel tipo. Me miraba con atención. Metí mi mano al bolsillo y saqué un billete. Me acerqué y, con una confianza única, le toque el hombro.
―Vamos, te invito un par de cervezas.
Así empezó el día en que encontré a mi ángel. 

lunes, 4 de octubre de 2010

Le están dando el



Al 42 % de las actas contabilizadas del referéndum del Fonavi, el sí se impone con 4’103,554 votos, según la ONPE

Por Pedro Chuquiyauri

A preparar las bolsas con dinero. La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) emitió un reporte al 42 %, en el que 4`103,554 votaron a favor de la devolución de los aportes del Fonavi, mientras que 2’079,180 votaron en contra.

Este tema ha ocasionado polémica, pues muchos funcionarios públicos se han pronunciado en contra porque, según ellos, se tendría que subir de 19 % a 23 % el Impuesto General a las Ventas (IGV) para poder pagar el monto que ascendería a S/. 25.000 millones.

Pero ¿qué es el Fonavi? El Fondo Nacional de Vivienda se creó a mediados de 1979 con el fin de que se otorguen créditos para la construcción de viviendas o se construyan viviendas para ser vendidas a los trabajadores del sector estatal que aportaran un porcentaje de su remuneración.

Como ya se mencionó, muchos funcionarios se han pronunciado al respecto, entre ellos el Presidente de la República, quien ahora no recuerda que prometió devolver los aportes del Fonavi cuando era candidato en 2006.

¿Cómo se devolverá el dinero a los miles de aportantes? El candidato fonavista en las elecciones municipales y principal impulsor de este referéndum, Raúl Canelo, ha planteado las siguientes modalidades de devolución: 1) en viviendas de interés social; 2) en terrenos urbanizados; 3) en bonos; 4) en compensaciones tributarias; 5) en pagos compensatorios de deuda; y 6) en efectivo.

Cabe mencionar que de entregarse los aportes, se priorizará la devolución a los fonavistas mayores de 60 años para continuar de manera decreciente con los aportantes de menos años. En caso de fallecimiento del titular, la devolución se les hará a los deudos.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Acortar distancias


La candidata por el PPC-Unidad Nacional, Lourdes Flores, atacó con fuerza en una de las últimas oportunidades que tiene para acercarse a su rival de turno, Susana Villarán

Por Pedro Chuquiyauri

Dura pelea. La lideresa del Partido Popular Cristiano-Unidad Nacional, Lourdes Flores, empuño la mano y pasó por encima a una inexperta política Susana Villarán. Después de casi dos semanas del acalorado debate entre todos los candidatos a la comuna limeña, hoy se encontraron en una nueva lucha las de mayor respaldo, según las encuestadoras. El debate se realizó en el Centro de Comunicación Popular y Promoción del Desarrollo de Villa el Salvador.

El debate estuvo lleno de propuestas, pero también de duros ataques por parte de una cuajada en las artes políticas como Lourdes Flores, quien se agarró de la filiación a la izquierda de Susana Villarán para pegar a puño limpio.

Al parecer, el equipo de asesores de Flores indagó a profundidad sobre la vida de su contrincante. El punto picante de la tarde se inició cuando Lourdes le dijo a la representante de Fuerza Social que no garantizaba orden ni tranquilidad debido a que estaba aliada con Patria Roja y los seguidores de Ollanta Humala. Villarán se defendió como viene haciéndolo desde que inició la lucha municipal, al decir que las acusaciones son parte de una campaña de mentiras en su contra.

Hubo muchas propuestas como era de esperarse. Flores siguió con el discurso de querer continuar el mismo camino de los anteriores alcaldes. ¿Más corrupción? Propone el metro como solución del trasporte público, el aumento de horas en los colegios, agua potable en toda Lima, el apoyo a la Dirincri para investigar lo delitos y eficiencia en el recojo de basura.

Por su parte, una suave Susana, propuso seguir con los hospitales de la solidaridad, ordenar el trasporte público de pasajeros como punto de partida para mejores obras, el bono familiar que tanto a pregonado, modernizar la educación y ser conciliadora en su gobierno.

jueves, 16 de julio de 2009

ANTES DEL MATRI...

A pesar de que solo faltan quince días para mi matrimonio, no me siento muy bien. Y es que esta sensasión, según muchos amigos, es natural antes de consumar algo tan importante. Se supone que debería estar contento, emocionado, feliz, etcétera, etcétera, etcétera. Por momentos, pienso que mi madre tiene razón al decirme que soy un imbécil por no darme cuenta de lo que estoy haciendo. Escuchar casi todos los días sus imprecaciones y sus recriminaciones es sumamente agotador e insoportable. Frases como "el matrimonio no es fácil", "por qué te dejaste atrapar", "te casas muy apurado", hacen que me hierva la cabeza, como diría el recordado Jaime Palillo.

A todo esto se suma lo económico, lo cual me desespera y me preocupa. La verdad nunca imaginé que en un matrimonio se gastaba mucho dinero y, lo que para mi es peor, se tenía que hacer tanto trámite (esta es una escusa perfecta para los que no quieren casarse).

Me siento agotado. A punto de la desesperación y el suicidio (exagerando un poco). A veces también pienso cómo haría para escapar de esta realidad y estár tranquilo. Y no es que ya no ame a mi futura esposa. El problema es que me mata la incertidumbre de saber cómo me irá cuando ya estemos juntos en nuestro "nido de amor".

¿Qué hubiese pasado si me fugada de Lima como un cobarde ? 1) Violeta, mi novia, se moriría de pena, por no decir que se suicidaría; 2) su familia, en especial sus primos, me buscarían para darme una buena paliza; 3) mi madre, a pesar de todas sus imprecaciones y recriminaciones, me llamaría COBARDE durante un año y me diría que ojalá una chica me dejara con los crespos hechos; 4) mis amigos y conocidos me mirarían por la calle y murmurarían que yo soy el maldito que no se casó; y 5) perdería a una gran mujer y amiga.

jueves, 28 de febrero de 2008

CUENTO: 360°



Sus lágrimas caen como el rocío de una noche oscura. Su rostro está desencajado por el dolor, por ese dolor desesperante, trágico, que busca un refugio para calmarse. Está sentada junto a esas máquinas que dictaminan la vida por medio de un sonido. La habitación emite un olor pestilente y la ventana con marco de metal desgastado, deja penetrar un poco de luz que refleja las carencias de aquel edificio del centro de la ciudad, ubicado entre plazuelas llenas de acacias y chorisias, entre tiendas y galerías que se abarrotan con gente de una urbe infestada por el aire contaminado y repulsivo.

Carmen mira como pasa el tiempo tan adverso. La vida detenida en un capricho sin contemplaciones. Las lágrimas vuelven a brotar y la desdicha de verlo sin una sonrisa como la que tenía en casa antes de que se desplomara en un acto casi dramático, la envuelve en una amarga tristeza. Lo observa inmóvil, conectado a tubos transparentes que salen de varias máquinas. Él está quieto como si estuviera sumido en un sueño interminable.

Joe Ordóñez jugaba con sus compañeros de la primaria con una alegría poco usual. Sus días en el colegio eran disfrutados con exaltación. Tomaba la vida con el relajo que se tiene ante situaciones intrascendentes. Era el chacotero, el burlón de la clase. Pasaba todo el día jugando con sus compañeros y realizando excursiones. Siempre tuvo esa facilidad para ganar popularidad entre sus amigos. La secundaria la hizo en un colegio de varones, en donde la unión formaba una hermandad de compinches, de socios vinculados por el juego, de esos grupos con códigos y normas que no se infringen por nada. Vivía en una felicidad sin contratiempos. Carmen lo engreía como si todavía fuese parte de ella, como si tuvieran una conexión más que sanguínea. Es por eso, que trabajaba casi todo el día en una fábrica de la avenida Argentina para que no le faltase nada.

El último año en la secundaria, ya era el más popular del colegio. Todos lo admiraban por su simpatía. Además, era codiciado por las chicas más lindas de la cuadra. Su madre tenía que botar a muchas de su casa porque armaban un caos -en cierta parte, también por celos de madre-. La felicidad pasaba y se entregaba cómodamente a sus brazos. Cuando sacó su documento de identidad, ya sentía un cambio personal. Esa entrada a un callejón vació, donde tienes que construir sin parar, sorteando obstáculos. Pero la felicidad seguía consintiéndolo. En ese entonces, salía con Adriana, una de las chicas más bellas del barrio.

Joe vivía feliz. Ya habiendo terminado el colegio, se levantaba temprano para ir a una academia preuniversitaria en Santa Beatriz. Quería ser médico, y de los buenos -eso les decía siempre a sus amigos-. Aunque no sabía en que se quería especializar, él solo quería curar a la gente. Después de un año preparándose arduamente y a punto de postular a la universidad, empezó la tragedia.

Un 15 de agosto. Miércoles a las cinco y cincuenta de la tarde. El sol iluminaba las calles. La gente caminaba extasiada por la avenida Arequipa. Joe viajaba sentado en la parte delantera, al costado del chofer en una de esas "combis" de la muerte. Quería contarle a su madre que lo habían elegido como uno de los mejores alumnos de la academia. El viento se cortaba bruscamente en su rostro por la velocidad. Los pasajeros perdían el equilibrio en sus asientos con el frenar violento del colectivo. Joe se dio cuenta que el chofer transpiraba y que las gotas volaban disparadas hacia la parte trasera. La competencia por ¨levantar¨ más pasajeros era una guerra. La velocidad crecía y sentía fluir sus nervios a través de las manos que se aferraban al asiento cada vez más y más y más fuerte.

Después de enterarse de la tragedia, Carmén lloró desconsoladamente en el hospital. Los doctores le dijeron que solo tenía traumatismos y que apenas despertara le harían exámenes para descartar lesiones internas. Al abrir sus ojos, Joe vio un muro blanco. Pensó que estaba en el cielo, entre nubes y ráfagas de viento, pero se dio cuenta que el cielo no era de concreto. No era el momento de un viaje sin retorno para Joe. Pasaron dos semanas y su madre esperó los resultados de los exámenes con un mal presentimiento. Sentada en la sala de espera, vio que el doctor se le acercaba, notando en su miraba esa abatimiento que caracteriza a la tristeza.

-Señora Tuesta de Ordoñez -llamó el médico.

-Dígame doctor -respondió Carmen, ingresando inmediatamente a su consultorio.

-Señora voy a ser directo con el caso de su hijo. La verdad, no hay lesiones externas graves -dijo, con esa franqueza desenfrenada que identifica a los médicos -. Pero hemos encontrado unas lesiones en el páncreas, probablemente producto del impacto.

-Qué es eso doctor, a qué se refiere.

-Mire señora, voy a ser sutil con usted para no alarmarla. Estas lesiones han provocado que el metabolismo de su hijo cambie bruscamente, lo cual le ha originado una diabetes crónica.

Unas gotas le brotaron desde lo más profundo del alma. A pesar de su incertidumbre, el solo hecho de que tenga una enfermedad le causó sufrimiento. El médico siguió con la explicación diciéndole que el páncreas no producía suficiente insulina para ayudar a que la glucosa contenida en los alimentos ingrese a las células del cuerpo. Con esto Joe perdería energías si no mantenía un régimen estricto a base de dietas y pastillas, lo que podría causarle un coma diabético y, posteriormente, la muerte. Carmen escuchó aturdida, pensando en cómo le diría esto a su hijo, y sobre todo en cómo lo ayudaría a asimilarlo.

Joe se enteró un lunes por la noche. La calle gris apenas dejaba notar los cipreses de la calle José Gálvez. Miraba desconsolado por la ventana, buscando una explicación a lo que le pasaba. Esa explicación que nos hacemos en momentos de dificultades, en la que un giro de 360° se convierte en un cambio abrupto que tenemos que experimentar. Le costó mucho tiempo aceptar la enfermedad. La diversión pasó a un segundo plano y las ganas de estudiar -irónicamente la profesión médica- se apartó de la mente. Pero lo más difícil fue la dieta sin condimentos, ni azúcar. La comida pasó a ser repugnante, insípida como su rutina.

Lo peor pasó cuando ante una reducción de personal en la fábrica, Carmen se quedó sin trabajo. Ahora quién le iba a comprar las medicinas a su hijito. Cómo le haría su dieta. Su pollito sancochado con verduras, sus torrejitas de atún sin pimienta. Las cosas se complicaban. Pero Carmen era fuerte y ante la adversidad se las ingenió para conseguir lo que necesitaba. Salió todos los fines de semana al sur de la capital, a su Chincha adorada, para vender productos naturales de belleza, con lo cual consiguió lo suficiente para las medicinas y los alimentos de su adorado Joe.

Así pasaron los años. Y cuando Joe ya bordeaba los cincuenta, la costumbre se convirtió en una aliada, en una amiga incondicional. Hasta que un día sintió que sus años vividos eran insustanciales, que el giro le jugó una mala pasada que lo revolcó estrepitosamente. Es por esta razón que decide vivir intensamente, entregándose al placer de las comidas sabrosas, bebidas dulces, y todas las cosas que le prohibieron por mucho tiempo. Joe sabía que entraría a una ruleta, en la cual no se aseguraba la victoria.